Praeludium
Este no es el primer blog que comienzo, seguramente no será el último. Resoluciones de año nuevo y culpa suelen ser motivaciones efímeras, pero buenas formas de comenzar algo y luego quizá sostenerlo por fuerza de hábito, desesperación, inercia y un poco de disciplina. Este 2016, el llamado tiene un poco de todo eso, una pizca de inspiración y un poco más sehnsucht que otras veces: desde Erich Fromm hasta cracked.com, una y otra vez he leído que las obras de amor y las obras creativas son lo único que podemos dejarle a esta vida, y desde hace un mes más o menos algo similar rebota en mi mente: no importa lo que uno piense, lo que uno cree que es “en potencia”, si no se hace, no cuenta – curiosamente algo similar dice la biblia con todo eso de una lámpara escondida bajo una cama o algo así; porque si uno no toma acción que afecte el mundo real, es tan estéril como inocente es el “crimen mental” de George Orwell: en el fuero interno todo es válido y posible, pero el verdadero reto es llevar algo, aunque sea más imperfecto e incompleto de lo que nuestro ego querría, a fruición.
El arte de tener excusas para no hacer es algo que tengo varios años perfeccionando: que carezco del “talento”, que no tengo nada que decir porque no he vivido lo suficiente, que no quiero ser uno más de los ególatras en internet que creen que todo mundo debería escucharlos, que ya estoy muy viejo para meterme a esos rollos, que no me gustan tales o cuales círculos de escritores, que no me gusta pertenecer a grupos, cofradías, colectivos y otras pacotillas, que no quiero “darme color” y dejar en evidencia cosas privadas mías o de la gente cercana a mí y, en secreto, que tengo miedo a la crítica. Variaciones infinitas de todo eso y más tienen años de rebotarme en la cabeza, especialmente por estar in limbo esperando emigrar de mi país, no queriendo hacer nada que pudiera poner en riesgo a ese proceso, no queriendo sobresalir o hacer algo que hiciera más difícil el ya aciago calvario que es salir de centroamérica hacia el norte por vías legítimas.
Pero esas excusas van perdiendo validez, si alguna vez la tuvieron, conforme pasa el tiempo: aprendo cada vez más sobre autores que empezaron a escribir más jóvenes o más viejos que yo, que la retroalimentación es válida y que uno puede ignorar a los haters, que el tiempo me pasa y cada vez es más trágico el hecho que nunca haya explorado escribir, que es legítimo simplemente escribir anécdotas de no ficción sobre experiencias propias y que – bien escritas – son tan instructivas y buenas para el bien común como la ficción (le debo esta epifanía a los excelentes libros y artículos de viaje de Neil Peart y Colin Fletcher, de este último hasta disfruté sobremanera su manual de instrucción sobre hiking: “The Complete Walker”), mas sobre todo, lo que vence todas las excusas, es el ineluctable hecho que crear, crear cualquier cosa, no solo es un placer para el creador y los que lo consumen, sino que es el propósito mismo de estar vivo: en esta existencia que todos tenemos, interconectada completamente, cada vez que uno de nosotros crea, agrega valor a la vivencia universal: un libro, una historia, un chiste incluso, pueden hacer una vida más rica, así como lo hacen un aria o una pintura en el momento correcto; sin explorar los medios que la vida nos ha dado para expresar nuestro pasaje único por existir, quizá le estemos robando a la vida misma una oportunidad más para desdoblarse en riqueza, para curar, para hacer un momento o el resto de una vida individual más llevadero.
Schrödinger, famoso por el gato, decía que la conciencia es el mecanismo que la vida está usando para explorar territorio aún desconocido, terra incognita, y si bien tenemos el albedrío para elegir no usar ese don activamente, hemos de reconocer que no elegir también es elegir: frenar un poco esa exploración por omisión. Y quizá es por otros atisbos que la vida me ha deparado, pero esa realización ya no es algo que puedo ignorar. Espero que la desidia, la apatía, la procrastinación o simplemente “estar ocupado” no me sirvan de excusas para seguir pecando por omisión: a estas alturas, ya no lo siento excusable.
En cuanto a logística: en este espacio que me he dado a mí mismo me gustaría tender a la forma larga: relatos de mi propia vida, en el pasado reciente o pretérito añejo, quizá reflexiones, quizá otros experimentos en la palabra escrita, pero no me gustaría poblarlo con cosas “de blog” como opiniones, cosas de trabajo/tecnología o reseñas o fotos sin ningún propósito exploratorio (aunque esto último quizá lo racionalize eventualmente). En cuanto a idiomas, como iré exponiendo en un futuro ojalá cercano, para bien o para mal he decidido escribir en el idioma que pasen las cosas: mi trabajo y mi relación romántica ocurren en inglés, y a veces visito estados unidos u otros países donde la lingua franca es inglés, de modo que no puedo evitar haber vivido en ese idioma prestado, adoptado y naturalizado. Pero, de forma conversa, aún resido en un país hispanoparlante así que el castellano no se irá a ningún lado – disculpas a unos y a otros. Detalles personales que sean completamente accesorios a la narrativa serán intransigentemente omitidos, soy así de paranoico, ni que esto fuera instagram, facebook o donde sea que uno deja la vida entera a escrutinio público: también pretendo explorar, quizá sin mucho éxito por mientras aprendo, la fina línea entre sacar estas obras escritas al mundo sin tener que sacrificar mi sacrosanta privacidad.